Los pocos estudios sobre las adicciones de los jóvenes a las nuevas tecnologías, permiten constatar que los menores, aunque los porcentajes varíen, viven cada vez más la dependencia a la red, el móvil o los videojuegos on line
María José Mayorgas, coordinadora técnica de proyectos de la Fundación Gaudium, recuerda que el problema ya ha llamado a la puerta de Proyecto Hombre, donde rondaría el 5% de casos, y la cifra sube al 10-15% en su propia consulta. Según una investigación de Madrid Salud con chavales y jóvenes de 12 a 25 años, el 4,5% abusa de la navegación por internet, el 8,1% hace un uso compulsivo del móvil y el 4,1% admite problemas con el chat. Según otro trabajo del Defensor del Menor madrileño, un 37% de menores necesita conectarse con frecuencia, un 38% desarrolla reacciones adversas si se le priva del móvil y el 14% confiesa su enganche a algún videojuego.
La utilización masiva de las nuevas tecnologías en España (con apenas 10-15 años, el 94,1% tiene ordenador, el 82,2% internet y el 65,8% móvil) plantea un importante reto sobre su buen uso. «Los padres llegan a la consulta por problemas de estudios de sus hijos, o porque es tímido y le cuesta relacionarse», señala la experta, «pero lo que hay en realidad es un problema de relación, no que sea simplemente introvertido».
AUTOESTIMA PROTECTORA
Al fondo se dejan ver casi siempre prácticas de mínima sociabilidad, como el virtual aislamiento «en su cueva o miniapartamento», en esa habitación infantil o juvenil en la que «hay de todo -baño, ordenador, videoconsola…de ahí la primera receta protectora contra la adicción tecnológica de los chavales: «Inculcarles fortaleza», favorecer su autoestima para «aumentar su capacidad de enfrentarse a situaciones complicadas y solucionar problemas sin recurrir a sustancias ni a otra cosa».
PRECAUCIONES Y COMPROMISO
Sobre esa base de fortaleza psicológica, a los padres les caben tareas claves. Algunas de simple precaución, como colocar el teléfono, el ordenador, la videoconsola o el televisor «en sitios de uso común» donde puedan ser compartidos; o como «observar y controlar el tiempo y el uso adecuado» de las nuevas tecnologías, para asegurarse de que no impida otras actividades, como salir al parque, ni otras formas de juego y ocio más sociables. «No hay que hacerlo con ánimo de espionaje, ni se necesita conocer todo», aclara.
Fuente: laverdad.es